Jean-Michel Basquiat

martes, 29 de septiembre de 2009 en 17:01
En la vida y en el arte sucede que muchas cosas se construyen a base de tópicos. Es así. Nos sirven, los tópicos, como otra especie de "orden" o "reglas" que tendemos a imponer los humanos. Tópicos; como ese que reza que los artistas son unos seres bohemios, ególatras y pagados de sí mismos, contradictorios, amantes de los "vicios", de la vida al límite, etc. Tópicos que en muchos casos han sido alimentados por profesionales, o no tanto, del campo del arte. Pero pasa que muchas las veces tópicos, como las leyendas, tienen una cierta base de verdad. Como en gran parte pasa con nuestro personaje de hoy.

Remontémonos al inicio del tópico. Este tópico del "artista" nombrado arriba tiene su origen en dos momentos fundamentales. El primero, en ese punto de inflexión que fue el final del siglo XIX y el inicio del XX; y que contaba con una ciudad bandera, París. El segundo, tiene lugar en ese trienio que son los 60, 70 y 80; y tiene como lugar Nueva York. Cuando hablamos del Nueva York de los 70 y 80 vienen a la cabeza imágenes de una ciudad verdaderamente cosmopolita; bohemia; donde se ponen de moda los enormes lofts; donde, como decía Frank Sinatra, no se duerme y todo puede ocurrir. Una ciudad de artistas y "personajes" peculiares, surrealistas. Donde uno puede ser quién quiera, por muy raro que sea. Es el Nueva York que plasmó, muy irónicamente, Martin Scorsese en la divertida "¡Jo, qué noche!", o en la mejor historia de aquel proyecto conjunto con Coppola y Woody Allen que era "Historias de Nueva York" (la titulada "Apuntes al natural"). Pues todo ese Nueva York arquetípico tiene un cierto reflejo en la figura de Basquiat.

Jean-Michel Basquiat nace en Brooklyn en 1960, a pesar de lo que pueda parecer por su nombre de ascendencia francófona. En realidad su ascendencia es haitiana y portorriqueña, hecho que se reflejará en su obra. De Basquiat se ha dicho que ha sido una de las estrellas más precoces. Con 21 años ya era uno de los artistas más cotizados del momento. Se ha comparado, bastante acertadamente, con las estrellas de rock. Con un "padrino" como Warhol no se podía esperar otra cosa. Basquiat es hijo de su tiempo. De esos 80 que se movían entre lo sublime y lo kitsch, entre lo interesante y lo banal.


Su primer contacto con el arte fue cuando empezó, junto a su compañero Al Díaz, a recorrer el bajo Manhanttan dejando frases, al estilo de graffitis, como "SAMO as an escape clause" (SAMO como clausula de escape); "SAMO as an end to midwash religion, nowhere politic and bogus philosophy" (SAMO como fin a la religión comecocos, la política vacía y la falsa filosofía). Apuntar que SAMO era un acrónimo de "Same Old Shit" (la misma vieja mierda). Así pues, no es raro que comenzara a llamar la atención de gente como Warhol.

Su obra pictórica, que va desde las pinturas a serigrafías o collages, destaca por ser un documento de su tiempo pero a la vez tiene el sello personal que le sigue dando vigencia sin anclarla del todo a una época específica. Como debe ser todo gran arte. Es una síntesis de esa influencia y primitivismo de las culturas del Caribe, como de una fusión de la enorme multiculturalidad del Nueva York contemporáneo (donde las culturas hispanas, afroamericanas o asiaticas están profundamente arraigadas). Su arte, aunque con motivos figurados, tiene un profundo expresionismo y primitivismo proveniente de todo lo dicho anteriormente. Así como del reflejo de las circunstancias de su vida marcadas por barreras sociales, raciales y culturales. Utiliza simbologías y un sistema de signos absolutamente personal a sus obras. Tacha palabras para darles una importancia dentro de la obra; escribe palabras y frases en inglés o español mayormente (aunque también en francés o italiano, reflejo de la multiculturalidad neoyorquina); dibuja una corona de tres picos que hace de signo característico suyo; o "descontextualiza" signos como el del copyright en un juego de entre la reivindicación y la ironía del artista y sus ideas.

Basquiat falleció el 12 de agosto de 1988 a causa de una sobredosis de heroína. Tenía 27 años. Su figura se vió siempre envuelta entre el estrellato y la polémica. Su falta de nociones académicas o su dependencia de las drogas, le granjearon algunas críticas en ese Nueva York tan pagado de todo lo novedoso y "extraño". De lo que no cabe duda es que estamos ante uno de los artistas más importantes de los últimos 30 años. Se trata de un artista aglutinador de ese Nueva York marginal (tanto como puede serlo Lou Reed en música) y multiétnico. Hablamos del artista contemponáreo más joven en competir en las subastas con los picassos o van goghs. De indudable influencia (a uno no le cuesta ver influencia suya en algunos artworks de Radiohead, por ejemplo). Hablamos de uno de los más importantes artistas afroamericanos de la historia, sino el que más.

Como curiosidad, decir que Julian Schnabel, también pintor, dirigió en el año 1996 un "biopic" de la vida de Basquiat.



Enlaces de interés:

¿Qué pasa con las iglesias en el siglo XX?

viernes, 18 de septiembre de 2009 en 21:24
¿Qué pasa con las iglesias en el siglo XX? Esta pregunta me la he hecho, me la hice, varias veces cuando veíamos arte del siglo XX (arquitectura para ser más exactos). No por temas religiosos, sino porqué me resultaba curioso el contraste con respecto a siglos anteriores donde eran, las iglesias, las obras de arte principales. Hablo de épocas, en el arte, como el románico, el gótico, renacimiento, barroco, neoclasicismo, etc. En todas ellas puede comprobarse que el principal objeto artístico, en muchos casos la obra de arte total, era la iglesia. Pero llegamos al siglo XX, y ¡puff!, desaparecen como por arte de magia las iglesias. ¿Que ocurrió? ¿No hay obras de relieve en este campo? Arrojemos un poco de luz.

Es algo lógico que la "desaparición" de la iglesia como obra de arte de referencia tenga mucho que ver, fundamentalmente, con la pérdida de poder de esta institución en gran parte de los países. Con la separación, al menos sobre el papel, de iglesia y estado se produce un proceso de conversión en estados laicos o aconfesionales (en España tuvimos un caso "particular" debido a la dictadura franquista). Con esta pérdida de poder viene ligada la perdida del monopolio cultural. La iglesia fue durante siglos la gran depositaria del saber, de la cultura. Hasta que no empiezan a surgir las primeras universidades (a finales del medievo y principios del renacimiento), regidas por organismos eclesiásticos, gran parte del saber se encontraba en iglesias y abadías. No será hasta las revoluciones que tienen lugar a finales de los siglos XVIII o mitad el XIX cuando la iglesia empiece a perder todo este estatus. A todo ello se une que el arte, afortunadamente, se vuelve laico. Empieza a surgir la iniciativa privada y llegamos al siglo XX donde asistimos al nacimiento de una nueva tipología a estudiar, la vivienda privada. Hasta entonces habíamos tenido "viviendas privadas" del tipo de palacios, en épocas del renacimiento y barroco, pero no viviendas unifamiliares que pasan a copar gran parte de la atención y los avances del arte en terreno arquitectónico. No solo eso también se suman nuevas tipologías como las construcciones industriales o las construcciones de carácter cultural (más propias de nuestro tiempo). Dentro de estas últimas construcciones, las de carácter cultural, podríamos encontrar un punto de reflexión sobre como ha derivado algunas concepciones de nuestro tiempo. Como ha apuntado alguna gente, la cultura se ha convertido en la religión de nuestros días (aunque también conozco quién sostiene que eso es cosa del fútbol), y los museos los nuevos templos. La gente busca saber, conocimiento y/o respuesta, en estos lugares. A los que rinde pleitesía, respeto (¿quien alza la voz en un museo?) e, incluso, peregrinación (¿cuanta gente no ha ido ex profeso a la exposición de Sorolla al Prado?). Bueno sería una teoría que habría que desarrollar en otro momento más ampliamente.

Pero a pesar de todo esto, la iglesia sigue teniendo poder y solvencia para permitirse obras de empaque. ¿No se han hecho obras de renombre o interés? ¿Tan mal está la economía eclesiástica que solo puede permitirse esas horribles iglesias de ladrillo rojo que contemplamos en muchas de nuestras ciudades? Pues no. Existen obras de nivel realmente interesantes en este campo. Vamos a ver algunas.

Una de las obras más conocidas de este calibre es la capilla de Notre Dame Du Haut en Romchamp (1952 - 1954), obra de uno de los más reconocidos arquitectos del siglo pasado Le Corbusier. Una increíble obra en la que la aparente sencillez de la parte exterior se torna en recogimiento en su interior. Considerada, de forma unánime, una de sus obras maestras.
Otro autor, más o menos contemporáneo a Le Corbusier, el diseñador y arquitecto Marcel Breuer también hizo algún interesante proyecto. Como la iglesia de San Francisco Sales en Michigan (1960 - 1966), encuadrada en ese estilo internacional que sucedió al racionalismo del periodo de entreguerras.

Pero aproximándonos más en el tiempo veamos que obras interesantes tenemos. Así a finales de los 80, 1989 para ser exactos, encontramos otro excepcional ejemplo. La iglesia de la luz de Tadao Ando. Esta iglesia que se encuentra en Osaka (Japón), destaca por varias cosas. Entre ellas por su juego con la luz, que le da un aura de espiritualidad evidente. La otra es por la utilización del hormigón; hormigón desprovisto de cualquier ornamento. Algunos han querido ver en esta última característica una influencia del Budismo.

Otro gran ejemplo, este es uno de mis preferidos, es la iglesia del Jubileo en Roma (1998 - 2003) realizada por uno los mayores representantes de esa corriente arquitectónica llamada racionalismo, Richard Meier. Esta iglesia fue realizada como parte del programa "50 iglesias para Roma 2000" dentro de la celebración del Jubileo del 2000. Una obra que rebosa luminosidad. Donde separa, por medio de arcos, las zonas religiosas. Durante la noche se ilumina el interior y "exhala" luz hacía fuera, jugando con la metáfora de foco de la cristiandad. Muy influenciado toda su carrera por Le Corbusier o Frank Lloyd Wright, aquí dice que se inspiró mucho en Bernini (el tema de la luz) y en Borromini (la flexibilidad de formas) los dos mayores arquitectos del barroco. Como curiosidad apuntar que Meier es judío.

Uno de nuestros arquitectos más reconocidos Rafael Moneo también ha realizado algún proyecto a reseñar como la catedral de nuestra señora de Los Ángeles (1996 - 2002), en Los Ángeles. Esta catedral se edificó para reemplazar a la anterior que había sido dañada en un terremoto de 1994. Pero si hablamos de uno de "nuestros" arquitectos, hay que mencionar a uno de los más importantes de "nuestros vecinos". No, no estoy hablando de Francia sino de Portugal. Y me refiero a Álvaro Siza. Siza "realiza" la iglesia de Santa María, en Marco de Canaveses (1999). Se trata de una especie de caja que transmite gran verticalidad y luminosidad.

Un arquitecto que nunca ha ocultado su condición cristiana ha sido Renzo Piano. Esto le llevó a ser solicitado para realizar en San Giovanni la iglesia del padre Pío, dudoso mártir que posee multitud de fervorosos adeptos en Italia. Renzo Piano católico practicante, pero bastante crítico con muchas cosas de la iglesia, se oponía a este macroproyecto. Pero ante la "insistencia", el acoso más bien, de los curas de San Giovanni termina por ceder. Pero su idea de un proyecto discreto y de pequeñas dimensiones choca con las pretensiones de los sacerdotes. Finalmente se hace un gran proyecto al que consigue dotar en el interior, a pesar de la magnitud, de cierta contención.

Por último, comentar que también hay obras privadas. No impulsadas por la iglesia. Como la iglesia de Santa María de los Ángeles (1990 - 1996) en la localidad Alpe Foppa a 1567 metros (hay que subir en telesilla) obra de Mario Botta. Es deseo de un particular que quería edificar para si una iglesia. Tanto la forma de la construcción como los materiales utilizados le ayudan a contextualizar con el paisaje. Botta consigue una obra muy interesante.


Bueno, pues estos han sido algunos ejemplos destacados pero hay más. Como podéis ver si ha habido, hay y habrá iglesias. Supongo que mientras haya religión y arquitectos será una unión, que en mayor o menor medida, se seguirá dando con mejores o peores resultados.

¡Hasta otra!

Ralph Blakelock

martes, 1 de septiembre de 2009 en 12:50

Traté de apartar a Effing de mi mente, luego retrocedí como medio metro y empecé a mirar el cuadro con mis propios ojos. Una luna llena perfectamente redonda ocupaba el centro del lienzo -el centro matemático exacto, me pareció- y este pálido disco blanco iluminaba todo lo que había por encima y por debajo de él: el cielo, un lago, un árbol grande con ramas como arañas y las montañas bajas del horizonte. En primer término había dos pequeñas zonas de tierra, separadas por un riachuelo que corría entre las dos. En la margen izquierda se veía una tienda india y una hoguera; parecía haber varias figuras sentadas alrededor del fuego, pero era difícil distinguirlas, eran sólo mínimas sugerencias de formas humanas, unas cinco o seis, enrojecidas por el reflejo de las ascuas de la hoguera; a la derecha del árbol grande, separada de las otras, se veía una solitaria figura a caballo que miraba por encima de la corriente, completamente inmóvil, como perdida en sus pensamientos. El árbol que tenía detrás era unas quince o veinte veces más alto que él y el contraste le hacia parecer enano, insignificante. Él y su caballo no eran más que siluetas, perfiles negros sin profundidad ni individualidad. En la otra margen las cosas eran aún más tenebrosas, casi totalmente sumidas en las sombras. Había unos cuantos árboles pequeños con las mismas ramas como arañas del árbol grande y luego, en la parte inferior, una diminuta mancha de claridad que me pareció podría ser otra figura (tumbada de espaldas, tal vez dormida, tal vez muerta, tal vez contemplando la noche) o tal vez los restos de otra hoguera, no pude llegar a una conclusión. Me entregué de tal modo al estudio de estos oscuros detalles de la parte inferior del cuadro que cuando finalmente levanté la vista para examinar otra vez el cielo, me sorprendió ver lo luminoso que era todo en la mitad superior. Incluso teniendo en cuenta la luna llena, el cielo parecía demasiado visible. La pintura brillaba a través de las agrietadas capas de barniz que cubrían la superficie con una intensidad antinatural, y cuanto más me adentraba hacia el horizonte, más luminoso se volvía ese resplandor, como si allí fuera y las montañas estuvieran iluminadas por el sol. Una vez que noté esto, empecé a ver cosas raras en el cuadro. El cielo, por ejemplo, tenía una tonalidad fundamentalmente verdosa. Salpicado por los bordes amarillos de la nubes, se arremolinaba en torno al árbol grande en un denso torbellino de pinceladas, adquiriendo forma de espiral, un vórtice de materia celestial, en el espacio profundo. ¿Como podía ser verde el cielo?, me pregunté. Era del mismo color del lago, y eso no era posible. Excepto en la negrura de la más negra de las noches, el cielo y la tierra son siempre diferentes. Blakelock era claramente un pintor demasiado diestro para no saber esto. Pero si no había intentado representar un paisaje real, ¿qué era lo que se había propuesto? Hice todo lo que pude por imaginármelo, pero el verde del cielo me lo impedía. Un cielo del mismo color que la tierra, una noche que parecía el día y todas las formas humanas empequeñecidas por la grandeza del paisaje, sombras ilegibles, simples ideogramas de vida. No quería hacer juicios simbólicos atrevidos, pero, basándome en la evidencia del cuadro, no parecía tener alternativa. A pesar de su pequeñez en relación con el entorno, los indios no revelaban ningún temor ni ansiedad. Estaban cómodamente sentados, en paz consigo mismos y con el mundo, y cuanto más pensaba en ello, más me parecía que esa serenidad dominaba el cuadro. Me pregunté si Blakelock no habría pintado el cielo verde para poner de relieve esa armonía, para mostrar la conexión entre el cielo y la tierra. Si los hombres pueden vivir cómodamente en su entorno, parecía decir, si pueden aprender a sentirse parte de las cosas que les rodean, entonces quizá la vida en la tierra estará imbuida de un sentimiento de santidad. Naturalmente, era sólo una suposición, pero se me ocurrió que Blakelock había pintado un idilio norteamericano, el mundo que los indios habían habitado hasta que apareció el hombre blanco para destruirlo. La placa que había en la pared decía que el cuadro había sido pintado en 1885. Si la memoria no me fallaba, eso era justo a la mitad del periodo del Último Baluarte de Custer y la masacre de Wounded Knee; en otras palabras, al final, cuando ya era demasiado tarde para conservar la esperanza de que ninguna de estas cosas sobrevivieran. Tal vez, pensé, este cuadro quería representar todo lo que habíamos perdido. No era un paisaje, era un monumento, una canción fúnebre para un mundo desaparecido

(Extracto del libro "El palacio de la luna", Paul Auster)

Dije que, por lo general, iba a hablar de arte actual. Arte centrado en la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Pero la referencia de hoy va bastante más atrás. Se trata de una referencia a un cuadro de Ralph Blakelock. Pintor norteamericano que ha sido comparado con Van Gogh pero por sus accesos de "locura" más que por su pintura en sí. Su pintura está mucho más emparentada con el romanticismo de principios de siglo XIX, el realismo y, particularmente, con la escuela de Barbizon.
¿Por qué incluyo esta referencia? Pues por un par de razones. Una por que se trata de un pintor un tanto desconocido para el gran público. Aunque no deja de ser un pintor de segunda fila pero que puede tener, tiene, su interés. Y dos, y fundamental, por el magnífico texto de la parte superior. Como señalo, se trata de un texto sacado de la novela "El palacio de luna" de Paul Auster, la que es, sin lugar a dudas, mi novela favorita. Ahora que me encuentro releyéndola, he creído oportuno compartir este maravilloso extracto. Una interesante reflexión sobre esta obra de Blakelock.

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